Casi como al caer del tiempo, vuelvo a escribir un poco y quizá lentamente. Un salir de las burbujas que he creado por este instante, para servirte a ti y a meterte a mi burbuja también, pero tú no quieres estar en una burbuja y entonces yo tuve que salir de la vida y me estoy asfixiando porque aun no aprendo a respirar ni a caminar sin ayuda, pero te tengo a ti y tú me ayudas, a veces demasiado, porque sin mi burbuja siento como si no fuera a rebotar al caer de este mundo que me absorbe poco a poco y quiere ponerme corbatas y trajes de colores grises como el cielo una vez que me levanto y miro hacia arriba y quiero estar mirándolo todo el día y luego llegas y me tratas como si fuera a caerme a cada paso que doy y entonces yo comienzo a amar tus ojos y las delineadas pestañas que te pusiste hoy y tu pelo y tu nariz y tus orejas que muerdo cuando sale el sol y te ilumina el rostro pienso que estás bellísima así y así y entonces te vas y cuando ya te has ido es todo otra vez así como si nunca hubiera salido el sol en toda la vida y las canciones tristes comienzan a agonizar y a seguir intentando destruirse unas a otras, pues nadie las entiende, a las canciones, hasta que comienzan a repetírseles las letras de esas canciones en la vida.
Cada día es como un ocaso de ideas marchitas, las hojas del cielo van cayendo y las pisamos y crujen una y una y una y otra vez, cuando las pisamos como cucarachas desprendidas del cielo.
El mundo no llora por las pérdidas que no siente.
Ni se da cuenta.