Interlude

aout, parte 3.1

 
Siempre me perdía en mí mismo mirando sus ojos fijamente. Mi reflejo en sus ojos movía los labios en una interminable danza que me hipnotizaba y terminaba por abstraerme del mundo. Entonces parpadeaba y enfocaba nuevamente en ella.
 
– Pasa algo? – me interrumpió entonces Tere. Me miras raro otra vez. Háblame de Olalla…
 
En ese momento sonó el timbre, me levanté del baúl un poco adormecido. Pedí disculpas y fui a abrir. Era el delivery del chifa, habían venido en menos de cuarenta minutos, les recriminé su puntualidad excesiva, entré por la cocineta a servir.
 
– ¡Llegó el pollo!
– Tú no cambias- Tere sonreía mientras se apresuraba a alcanzárme los platos.
 
– ¿En la gaveta de siempre?
– En el mismo lugar.
 
Nos mirábamos y reíamos, reviviendo recuerdos en común. Cerré las cortinas que daban al jardín, estaba empezando a llover y ver por el cristal hacia el jardín interior me daba más frío. Cuando terminamos de cenar nos sentamos juntos y estuvimos en silencio largos minutos.
 
"Olalla lloraba y me contaba todo, yo no sabía si detenerla y decirle nada, pero de algún modo me sentía a gusto escuchando".
 
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aout, parte 2

Hola niño bueno, me dijiste como si nos hubieramos despedido ayer, usando ese nombre que tanto nos había hecho reír, ese nombre que me describía tan bien, tan parecido a un idiota de una novela que leímos, luego lo descubrimos, casi simultáneamente sin conocernos.
 
Levanté la mirada y te vi aparecer, sí, igual que siempre, con el pelo ondeado y rojizo y las pecas, la sonrisa a medias, las ojeras, toda tú de nuevo frente a mí en ese pequeño y pobre restorancito en que me refugiaba del frío y de la gente.
 
-Por Dios, eres tú- respondí un poco atropelladamente. Deseaba tanto que fueras tú.
– Ya te convenciste que fue tu peor error terminar conmigo?- me dijo mientras se acomodaba en el asiento frente a mí. Nos cogimos la mano como antes y reímos.
– No es por eso que he vuelto. La verdad necesitaba conversar con alguien, necesitaba que me escuches tú por lo menos, Tere. Te he extrañado como no tienes idea, y tú sabes que por más solitario e independiente que sea, odio vivir solo, y la idea de no tener nadie a quién contarle de mí y mis cosas me desespera.
 
Ella me miraba, contenta, pero también con algo contenido, como si hubiera querido contarme algo a su vez, pero esperando, como siempre esperaba, a que fuera su turno, turno que en el fondo sabía que no le daría, porque yo de escuchar no era muy bueno, egoísta de mí aunque sincero siempre.
 
– No sé como empezar, sé que no nos hemos visto en años. Salgamos de aquí.
 
Nos tomamos del brazo al salir y tomé el primer taxi que pasó por la avenida. En el camino hablábamos animadamente de la vida y del trabajo, reía  de mis apuntes, como siempre y yo apretaba su manita blanca entre las mías, por debajo de la línea visual del espejo retrovisor del taxista, sintiéndome cómplice de alguna fechoría.
 
Llegamos a mi apartamento cuando empezaba a oscurecer. La senté en la sala y le serví una copa, llamé al delivery y les dije que se demoraran una hora al menos. Me senté en el baúl de centro de mesa, frente a ella y la tomé de las manos, mirándola.
 
-Entonces, quién es ella?- me fusiló. Con esa sonrisa de convencimiento que siempre ponía cuando sabía que me iba a sorprender, me repitió, quien es ella?, te conozco mejor que nadie, tiene nombre?
 
En verdad me conocía mejor que nadie, siempre me había entendido mejor que nadie, por eso había imaginado que la amaba en la adolescencia y lo hice años después. Si había vuelto y querido saber de ella era porque alguien más había llegado a mi vida para romperla, para traer nuevas opciones, romperla, poner todo patas arriba y hacerme dudar de mí. Por eso necesitaba de alguien que me conociera como ella, de una especialista en mí, de alguien que me dijera qué hacer, qué no hacer, porque yo no lo sabía.
 
Olalla. Se llama Olalla- le dije.
Soltó una risita. Debería sentirme celosa, siempre creí que volverías por mí- se volvió a reir divertida.
 
Lo iba a hacer el día de tu boda- confesé. Pero pensé que me vería demasiado cursi, no crees? Muy novelesco, muy tonto.
Cómo te enteraste? Si fue una ceremonia recontra privada. En parte por ti la hice privada, te conozco y sabía que en el fondo ibas a querer impedir que me case. Rió nuevamente. Pero parece que no lo hiciste, qué te detuvo?
 
Mi madre me llamó apenas se enteró, me dijo sabes, Tere se nos casa, yo le cambié de tema. Llamé a algunos amigos en Lima y me enteré de la fecha. Llamé a la agencia en Madrid y compré mi boleto para llegar ese mismo día, calculaba un retraso de cinco horas y el taxi hora y media hasta la iglesia. En serio, tenía todo listo.
 
Entonces qué, me dijo seria esta vez, qué te detuvo?
 
Olalla. Conocí a Olalla en la sacristía de la iglesia, el mismo día en que tú te casabas. Pedía confesión urgente, porque ya no soportaba los celos y quería matar a la novia. Cuando entré y me vio vestido de negro, con mi maleta de mano y el deje español que no se me iría sino horas después me tomó por un cura y se abrazó a mi pecho llorando.
 
Padre perdóneme, ayúdemee, confiéseme, soy una criminal, y para colmo una ridícula, me dijo, mojando mi hombro. La calmé y le dije que qué sucedía, me dijo que quería matarte, que no soportaba los celos de que tú te casaras con su ex-novio. Salimos a caminar, quería escucharla, sí, cosa rara en mí quería escuchar lo que tenía que decirme por extraño que parezca, quizá porque cada cosa que dijera tendría que ver un poco contigo, me acercaría a ti, y a ese tipo con el que te casabas y al que odiaba ya doblemente…
 
Y Olalla entre sollozos me contó su historia.
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Nueve

 
Las cosas son tan simples. Me dijiste que no volveríamos a vernos, yo te dije que perfecto, que todo quedaría así, que estaba bien. No pude evitar una sonrisa a medio rostro, giré sobre mí mismo, le dí la espalda y me fui sin voltear una sola vez.
 
Así se grabó ese día en mi memoria y cada vez que quería recordarlo me veía así, caminando, a veces por otras calles, que nada tenían que ver con aquellas últimas cuadras de la avenida B., quizá mezclaba historias en mi cabeza, no ha pasado tanto tiempo, pero quizá esté recordando todo en un matiz diferente al real.
 
En un sueño te odiaba al irme caminando, en el otro lloraba y ocultaba mis lágrimas con el dorso de mi mano que se sentía fría al tocar mi nariz húmeda. A veces, sólo a veces, veía que en verdad había sonreído. Porque fue un alivio dejarte, me deshice de ti en el mejor momento, eso pensé. En el instante en que ido el amor sólo quedaba espacio para la compasión, y luego el odio. Por eso sonreía.
 
Por eso es que volteé, por pena. A veces intentaba recordar que había caminado diez pasos sin voltear y luego había desaparecido en la multitud. Pero en mi sueño de ayer había volteado, te había visto a cinco pasos de mí y te había dicho olvidemos todo, te prometí que estaría contigo hasta el final y lo haré. Sabía que dirías eso, me abrazas. Y despierto.
 
Esa fue otra razón más para volver a buscarte, quiero saber qué fue lo que pasó en realidad. Ya no puedo confiar más en mi memoria, ni en mis sueños. Por eso volví, sí, y todo esto me llevó aquí.
 
No, no, arrugo lo hoja de papel y la tiro lejos. Escribo en una letra que tú reconocerías como mía: Vine a verte y no te encontré. Llámame y dejé mi número.
 
Escucho canciones con las luces apagadas, apenas un hilo de luz que se va apagando entra por la ventana del hotel.  Y el teléfono que no suena, habrás cambiado de dirección?
 
Maybe I’ll never know.
demi journey

Losing

I can’t stand…
 
Recordando canciones ochenteras mientras escribo en este nuevo espacio, porque todo ha cambiado, este espacio, tú, incluso yo.
 
Me pareció escuchar tu voz y era tan sólo el viento. Estuve caminando hoy día entre Salaverry casi llegando al fin de Javier Prado, haciendo algunos encargos al mediodía y caminando por caminar, porque me faltaba tomar un poco de aire estos días. Había vuelto a recordar lo mismo que recuerdo siempre que no quiero pensar en nada, ni siquiera en ti, porque el último libro que leí me ha envenenado la mente, me ha hecho recordar, recuerdos al futuro, porque el protagonista es mi viva imagen, el rostro de la duda, del desconsuelo, de la desazón, de la infinita memoria que intento sofocar entre cigarrillos que nublan mi vista, mi mente y tu recuerdo.
 
Pensé que si seguía caminando así llegaría al mar en algún momento, y no quería ver el mar hoy día, es lo último que necesitaba ver, el espacio infinito que tú también mirarías pero con otro tipo de nostalgia, el sentimiento del que quiere cruzar el mar para irse, mientras que yo solamente lo palpaba como el muro de mis ilusiones, la mano invisible que nos arrinconaba juntos, o al menos eso creía.
 
Vine a casa un rato a leer, busqué en mi biblioteca aquel libro de Cortázar que tenía haciendo cola por año y medio, pero no estaba. Busqué y rebusqué sin éxito hasta que se me dio el buscar en mi memoria que alguna vez había visto el libro en sueños, mas no en mis estantes. Aun dudo si alguna vez lo tuve. Aun.
 
Salir a pasear nuevamente me exige esfuerzos interminables. Me cuesta bastante vencer la molicie antes de ir al club a leer un rato al aire libre, desvío a medio camino con un libro releído para irme al Olivar otra vez. Me siento en la banca de siempre, no hay recuerdos aquí, menos mal, uno no debe impregnar de recuerdos sus fortalezas de la soledad, es por eso que nunca quise traerte aquí, no creo que soportara una nueva avalancha de imágenes vívidas en mi templo.
 
Lucy in the skies with diamonds, Lucy in the skies with diamonds. Me siento tan viejo escuchando canciones que me traen recuerdos de tiempos en que aún no existía, sabes? Pero me siento bien, porque siento pasar por mí y traslucirse momentos que nunca viví, siento mi presencia en lugares en que estuve ausente… y lleno de acordes un momento feliz más que borrará imágenes en mi memoria.
 
Te borrará poco a poco
 
Como he estado intentando.
 
Entre canciones, parques, idas y venidas, conversas, paseos, miradas.
 
Poco a poco eclipso tu presencia atormentante
 
 
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aout

 
Me sorprendí deseando a las doce de la noche que no fuera agosto.
 
Más que nada porque recordé que faltaban 2 días para el 3 de agosto.
 
Ese día, el día que te comencé a perder, pensé, hace ya cuatro años. Cuatro largos años y aún celebro esa fecha, una copa en la mano, un cigarrillo en la otra, las piernas cruzadas y la mirada perdida en algún lugar de la vieja ciudad que aun lleva nuestras siluetas impresas.
 
Me puse a recordar por el gusto de hacerlo, pero entre las paredes de mi cuarto no podía recordar tu rostro, tu manera de caminar, tu pelo al viento ni tus ojeras, tu sonrisa que no es sonrisa, tus pestañas, nada, no lograba recordar aquella mágica combinación que pudiera llamar por tu nombre.
 
Salí a caminar en invierno. Y seguí el camino que caminábamos juntos. Todo empezó por quise saber de ti nuevamente, decidí escribirte un mensaje a tu antiguo correo. Me rebotó. Así que ese día ya que estaba recogiendo nuestros pasos juntos, decidí llegar hasta tu casa.
 
Toqué despacio primero, luego más fuerte. Salió una anciana, le pregunté por ti. Me dijio mira a tu alrededor, muchacho, ves las casas cayéndose a pedazos?, todos se van, sólo los ancianos llegan. Aquella que buscas probablemente ya se fue también. No me dijo nada más, me miró y cerró la puerta lentamente.
 
Así que había vuelto a buscarte y empezaba de cero nuevamente. Deseé que todo fuera como en las películas, deseé que los cafés en las calles tuvieran vitrinas hacia calles hermosas y transitadas y que por todas ellas pasaras tú hermosa caminando relajada y sin mirarme a mí que me doy cuenta que pasas a mi lado.
 
Pero eso no iba a pasar.
 
Porque ya era casi 2 de agosto y caminaba solo a casa, porque nunca quise sacar el carro, porque pensaba que eso me ponía en una burbuja de vidrio de nuevo, aquella burbuja que fue el inicio de nuestro fin. Hace tres años, no, cuatro, que no te veía y seguía acordándome de ese baile y el día en que rompimos.
 
El tres es mi santo, lo sabes? Y nunca he tenido un novio que me dure más allá de ese día. Yo lo intenté, te lo juro, intenté sentir lo mismo, pero no era así, no había nadie más, te lo juro, esa fue tan sólo una excusa para no decirte que ya no quería estar más contigo luego de tu cumpleaños.
 
Pero te seguía queriendo igual.
 
Pero no podíamos seguir juntos.
 
Y todo me lleva a aquí, esperando que pases cerca del mostrador de este cafecito en un zótano, que no tiene vitrina a la calle, ni la calle es muy transitada, pero que es lo suficientemente oscuro y cálido como para sentirme bien en recordarte aquí, en esta mi pequeña cueva.
 
Y te encontré.