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Muerte de Melina y otros desvaríos

Es raro encontrarse a la muerte cara a cara a la vuelta

de la calle,

caminar, comer, escapar de las combis,

y enterarse de la muerte.

¿Es verdad?

No es verdad

¿Cómo puede serlo?

¿Cuál es la luz, mi querida Blanca, que no la encuentro?

Sentirse nervioso, doblar las paredes

Acaso estás llorando mientras abrazas a la gente

Yo solo recibo en efectivo, no, no, no

Y te pagaba en un sobre, billete sobre billete

Hasta que construiste tu casa, ladrillo a ladrillo,

donde te velaban

esa tarde calurosa.

Armaron un toldo, rodearon de sillas, nos dieron almuerzo.

No es ella, no es ella.

Su sonrisa está aquí, su frente está allá, más allá su pelo.

Todo apunta a que sí es.

Se fue tan joven, tan joven, dice la madre.

Es

como

una noche

extraña.

No me cuadra, la muerte, la muerte.

Esa vieja compañera nos visita

Nos sorbe, nos lame

Nos deja a tientas sobre la vida

Nos ausculta y nos deja huérfanos

Tú, vieja amiga, vieja enemiga.

Tú, amable muerte,

mírame a los ojos otra vez.

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