La vida te parece ahora como un largo viaje, la comparas a un viaje en tren, como en aquel cuento de Arreola, un viaje en tren en el que tú no sabes quién te va a acompañar todo el viaje, quien va a entrar o en que estación decidirás cambiarte de tren, cambiarte de sitio, cambiar de compañero de lado. Si tu ventana estará abierta y entrará mucho viento o si tu puesto da al pasillo donde la señoras gordas al pasar te golpean con sus codos.
¿A qué viene todo esto? Quizá a que la semana pasada me encontré nuevamente con una amiga a la que no veía desde hace un año exactamente. Ya no sé cuánto he cambiado en todo este año que ha pasado, nos reconocimos y ahora nos sentamos juntos en clase y está tomando una mayor importancia en mi vida cada vez más, no sé hasta donde llegaremos. Y es a eso a lo que me refiero. Recuerdo el año pasado cuando ella llegó al tren de mi vida. Entonces paraba con Mariana todas las clases y ella era una presencia opaca que se sentaba cerca de mí, pero el día que nos despedimos me pareció que nuestro viaje aun no había terminado, como si ella fuera a volver a subir de nuevo en otra estación, y así fue, nos encontramos nuevamente en el mismo lugar, un año después y solos y con toda la importancia que le puedo dar ahora.
Muchos han bajado en el camino, amigos que creí que me acompañarían al menos un buen trecho del camino y que se bajaron o yo boté del tren. Gente con quien no quise seguir el viaje y por quienes me lancé hacia las líneas aunque el tren haya estado yendo demasiado rápido y me haya herido en la caida. Pero, a fin de cuentas, no importa.
No te importa con quienes estés yendo ahora por este camino, no te importa si es éste el camino y éstos tus acompañantes. Sigue siempre adelante, con tu venda en los ojos, sin mirar el viento que viene del sur, sin mirar, sin ver.
Naugrafios 