>Que cursi.
Pero siempre me he estado sintiendo cursi, debe ser que últimamente no me dan tantas ganas de andar todo triste y rebotando por las paredes y techos, pero no sé, se siente raro, no? Se siente raro volver a escribir, como se siente raro volver a respirar luego de aguantar la respiración en el mar, así, con los ojos cerrados porque la sal en los ojos me los irrita y por eso prefiero la piscina a veces, aunque flote menos y me canse más de pedalear con las manos a puro chapoteo perfecto de hombre-pato.
Que difícil es regresar a los antiguos hábitos perdidos, es difícil volver a coger el lapicero y darle vueltas a los garabatos o seguir las líneas del portaminas, como la otra vez que revolví a sacarle punta al lápiz antiguo del 98 que guardaba desde que pensaba en tantas otras noches pasadas en vela y en vela. Y con el lápiz y el portaminas en mano y el borrador y el borradorete en mano y el papel en la otra, todo listo para garabatear el mundo en blanco y nada. Nada, mi mente en blanco y entonces viene y viene y vienen los recuerdos del verano, del fin de las clases y todo el tiempo, del trabajo, de las otras clases, de las conversaciones y de la huida de todo lo que ya no aguanto más tiempo. Escapando, siempre, pero sintiéndome feliz, como si este fuera el verdadero camino y luego me da la impresión de que el anterior no era el camino y que ya es hora de que te vuelvas así todo gente normalita y tengas una vida propia.
Pero no es así, no?
Intentas ser un camaleón
Intentas mimetizarte
Como cuando te vistes de formal para una exposición o una entrevista y de pronto te das cuenta que en sentido contrario vienen todos vestidos como tú estás vestido ahora, con sus corbatas ahorcándoles el sentido y los maletines con el almuerzo, el grillete.
Y te sientes uno más de ellos, y te ríes porque ellos piensan que tú eres uno más. Y te balan y mueven las colas a tu paso.
Saludas al puente que pasa por encima de una vía expresa clausurada. Te imaginas cayendo, en espiral, como una sombra. Caminas por el lado que da a la reja y a la pista para escapar del vértigo que sabes que algún día te hará lanzarte, del mismo modo que evitas nadar hasta la boya que está allá a lo lejos, un poco antes de llegar a los barcos y a las motonetas de agua, porque sabes que un día te dejarás llevar por la corriente hacia esa isla misteriosa en donde no sea necesario dejarse ahorcar por aquella serpiente ni llevar el grillete y balar.
Sin embargo, te dejas asimilar una vez más por las paredes anaranjadas y vas a contarles historias a los niños que quieren saber las extrañas combinaciones de sonidos que equivalen a otras distintas porciones de sonidos.
Si tan solo las vacas mugieran todas ellas en un mismo idioma.