Nada se evoca
minutos antes de morir.
Mi breve vida no pasa ante mí,
solo mis sentidos entienden
que pronto no estaré.
Sabor a hierro o tierra o sal.
Mis ojos no abro,
o quizá no pueda.
Tal vez agonizo o
ya he muerto.
¿Me extrañarán?
No fue un día cualquiera
cuando me encontraron.
Boca abajo,
sin alma.
Lloraron en el pueblo todos,
incluso gente que no conocía.
Claro que
no soy yo, es a la otra,
a quien extrañan.
Aquella que imaginaron,
que amaron.
Yo
tampoco soy a quien tú extrañas,
son las memorias, días de fiesta,
atardeceres junto a mamá.
Aquel sábado de invierno en la panadería,
sentados en el piso.
Y el bosque.
Curioso volver a sentir
el escampado aroma de hojas frescas
este día.
Tú te levantas un día y no sabes
que hoy vas a morir.
Casi
compensa toda
la oscuridad, la cólera.
Y sin embargo,
me muero y tan cerca.
Simplemente
como apagar una vela
el día de tu cumpleaños.
¿Y cómo le dirás a madre,
cuando mi alma en silencio encuentren,
mis vítreas pestañas rozando el suelo?
Los severos ojos del bosque,
veo en ti hoy.
Abrázame,
como
cuando la luz se apaga
y no puedes dormir.