A veces empiezo una oración pensando en una cosa y termino pensando una muy distinta.
Estoy en uno de los momentos más oscuros -otra vez- de mi existencia, como cada invierno, al cambio de clima, estación y piel. Tengo una idea fija en la mente que intento explicar siempre en hojas de papel, en pedazos de conversación, en piezas musicales, en trozos de carne a la parrilla. Intento escribirlo en palabras, dibujarlo, cocinarlo, sentir una a una las partes de aquel mundo que estoy creando, pero no es posible. No es posible o no puedo. No puedo terminar de terminarlo. Y entonces empiezo una conversación cerrada y estúpida, tan poco importante como efímera. Y camino. Y hablo conmigo mismo en las calles y me respondo y aspiro este aire frío y húmedo al mismo tiempo que me enferma y me manda a tener la ilusión de escribir dormido. Reviso las páginas y no está lo que he soñado que escribía.
Una obsesión, un pájaro que nace de imprevisto a mis pies y se levanta, me mira, se ríe presagiando un futuro que intuyo que no está ni siquiera en mis posibilidades. Estornudo, me siento y miro mi costado plagado de heridas, mis codos enrojecidos y mi ceguera en el espejo. Escribo con tinta de mis ojos. Mis dedos se mueven al compás de las lágrimas.
A veces pienso que es horrible. Pero no, vuelvo a mirar mis manos y siento el peso de la promesa brillar en mi dedo, sí, debo hacerlo, aunque sacrifique muchas cosas, que más da un futuro?
Uno solo a muchos, es preferible no?
A veces crees que no.
Pero hay muchas cosas que olvidas, o que crees que sabes pero en verdad las dudas.
Y dudas
A veces tienes que esforzarte en nadar contra la corriente para llegar a destino -.-