Bajamos las escaleras casi en silencio
tocando apenas nuestros meñiques
al vaivén de las pisadas,
el eco de nuestros pasos haciendo vibrar
la madera vieja de nuestro hogar.
Para cuando llegamos al nivel del piso
la ventana diminuta
allá arriba
apenas reflejaba
los míseros rayos de un pequeño sol.
Frío.
No,
no nos vayan a ver.
Me quedé callada sin saber qué hacer.
Esperé, esperé,
¿por qué te habré seguido?
Te llevaré a ver algo maravilloso
algo que nunca verías en ninguna vida.
Voces,
escucho voces, le dije.
No nos verán,
la noche ya llega y nuestra
oportunidad de ver parte
de algo inmenso.
Asustados nos escucharon,
los que pudieron,
incrédulos,
esa noche.
Miré su rostro brillante,
y su sonrisa.
¿Adónde vamos?
A la esperanza,
entre animales
vimos.
Tocamos su rostro en silencio,
sentimos la muerte nacer.
¿Es que esto va a morir?
Sí,
es un ser para la vida.
Despegué mi mano, ardiente.
Imposible,
volvamos,
no puede ser,
vamos.
Me quedaré con él,
qué afán,
Le quitaré esa vida,
inútil.
Me quedaré y tú te irás.
Buscaré la forma,
¡no podrás
volver!
Y seguí nanas cantando,
dulcemente,
hasta altas horas de la noche.