Siempre me perdía en mí mismo mirando sus ojos fijamente. Mi reflejo en sus ojos movía los labios en una interminable danza que me hipnotizaba y terminaba por abstraerme del mundo. Entonces parpadeaba y enfocaba nuevamente en ella.
– Pasa algo? – me interrumpió entonces Tere. Me miras raro otra vez. Háblame de Olalla…
En ese momento sonó el timbre, me levanté del baúl un poco adormecido. Pedí disculpas y fui a abrir. Era el delivery del chifa, habían venido en menos de cuarenta minutos, les recriminé su puntualidad excesiva, entré por la cocineta a servir.
– ¡Llegó el pollo!
– Tú no cambias- Tere sonreía mientras se apresuraba a alcanzárme los platos.
– ¿En la gaveta de siempre?
– En el mismo lugar.
Nos mirábamos y reíamos, reviviendo recuerdos en común. Cerré las cortinas que daban al jardín, estaba empezando a llover y ver por el cristal hacia el jardín interior me daba más frío. Cuando terminamos de cenar nos sentamos juntos y estuvimos en silencio largos minutos.
"Olalla lloraba y me contaba todo, yo no sabía si detenerla y decirle nada, pero de algún modo me sentía a gusto escuchando".
…